lunes, 4 de junio de 2007

Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado (2003)

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CUENTO INCLUIDO:

Duermevela

por Guillermo Vega Zaragoza

Lo despierta la voz de la mujer desde la lejana duermevela. Ya, ya, chiquito, ya. Sin abrir los ojos, alarga el brazo sobre el lado derecho de la cama y sólo encuentra la humedad de las sábanas vacías. Abre los ojos. La mujer camina alrededor de la cama con el bulto en los brazos. Ya, ya, chiquito, ya. La mujer lo mira desperezarse con morosidad y rubricar el ritual con un rotundo bostezo. ¡Cht!, sanciona la mujer. Por fin logré que se durmiera. Lo voy a dejar aquí y le echas un ojo en lo que me baño. Ya se me hizo tardísimo. Lo coloca en el lado derecho de la cama. Si despierta y llora le das el biberón. Mmmjá. La mujer se deshace del camisón sin pudor alguno, mostrando al aire los senos rotundos, pesados, las aureolas oscuras y rebosantes. Delgadas líneas bermejas se le habían instalado en el bajo vientre. La preñez la hizo engordar, pero sin perder del todo la figura. La erección aparece, discreta, bajo las cobijas. Dos meses desde el parto y aún no lo habían vuelto a hacer. La mujer desnuda desaparece a través de la cortina de plástico. Escucha el pequeño escándalo del agua cayendo libremente sobre el cuerpo de la mujer, quien emite un discreto gemido de placer. La erección aumenta, desenfadada. Se recuesta sobre su lado izquierdo, dándole la espalda al enredo de cobijas, y se ovilla con las manos entre las piernas. Dos meses. En realidad ya llevaban casi un año, carajo, sin coger. Ella se había negado sistemáticamente a reanudar el intercambio amoroso de frotamientos y fluidos. Cada vez que emprendía el acercamiento con intenciones lascivas, ella encontraba el pretexto para rehuir el cumplimiento de sus obligaciones conyugales. No empieces. Estoy cansada. Mañana tenemos que levantarnos temprano. Me siento triste. Las hormonas. Mi cuerpo está cambiando. No entiendes nada. Nada más piensas en eso. Y lo peor: lo vas a despertar. O: ya se despertó. O: hay que cambiarle el pañal. O: hay que darle el biberón. Le sobrarían dedos de las manos para contar los días en que no se había tenido que levantar en la madrugada por culpa de eso, que seguía ahí, a sus espaldas, su respiración apenas un diminuto, inocente resuello. Menos mal que logró que se durmiera. Así, mientras la mujer se vestía y arreglaba, podría tratar de recuperar un poco del sueño perdido. Además, no tenía mucha prisa. Podría ir por el periódico y almorzar mientras buscaba algún empleo. Qué lata con eso de encontrar trabajo. En todos lados pedían por lo menos secundaria terminada y él a duras penas llegó al segundo año. Desde la última chamba, en la empacadora de carne, no había vuelto a encontrar nada que le acomodara o que, por lo menos, no le aburriera tanto. Lo único bueno allí era la morena de la recepción. Promesa de placeres sin fin. Qué ojos, qué boca, pero sobre todo, qué culo y qué tetas. Nada más de recordarla, le dan ganas de hacerse una puñeta en su honor. La erección es ya casi completa, dolorosa. Todo hubiera salido a pedir de boca, estaba a punto de caer, ya había aceptado salir a comer con él, nada más faltaba un empujoncito, hasta que ella se dio cuenta del anillo matrimonial. Chin. De eso hacía casi dos meses. Dos meses, justo antes de que el bulto viniera a echarle a perder la vida. En realidad, se la había venido a echar a perder desde que la mujer le informó que estaba embarazada. Cómo, siempre se cuidaban. Pues sí, pero algo falló. Y desde entonces a talonearle para comprar todo lo necesario para el próximo alumbramiento. Qué suerte que la mujer tenía algún dinero ahorrado y conservó su trabajo de cajera en el supermercado. Y qué suerte que la madre de la mujer les prestó ese cuartito, apartado en un rincón de la azotea, hasta con baño, para ellos solos, y no tener que aguantar todas las mañanas los gritos y el ajetreo de los escuincles allá abajo. La mujer tose desde la soledad del baño. A pesar del embarazo, sigue teniendo un cuerpo regio. Tenía miedo de que se pusiera gorda y celulítica, como la madre, porque si quieres saber cómo se pondrá una mujer a los veinte de matrimonio, sólo tienes que ver cómo está su mamá. Nada más de imaginársela, la erección empieza a menguar. Para evitarlo, se fricciona con mayor intensidad, recordando los lúbricos pechos morenos de la recepcionista. A leguas se veía que le gustaba retozar, que era golosa y que no le hubiera repugnado chuparle la verga, como extrañamente le sucedía a la mujer desde que se embarazó. Cómo quieres que haga eso, qué asco, nada más de pensarlo me dan ganas de vomitar. Si antes lo hacía sin remilgos, hasta le gustaba. Pero ahora ya no. Es sucio. Cómo iba a besar al bebé luego de haber tenido eso en la boca. Y con lo bien que había aprendido a hacerlo. Pero la morena no le hubiera hecho gestos, hasta pediría más, más, papito, así, qué rico. Tenga para que se entretenga, morenota de fuego, hasta que se empache. El frotamiento se vuelve más intenso. La cama se mece, primero, imperceptible y, después, ostensiblemente. El llanto infantil invade el lugar. Escucha a la mujer desde el exilio de la regadera. Qué pasa. Mmmnnnnada, dice una voz destemplada que reconoce parecida a la suya. Ya se despertó. Dale la mamila. Mamila, mama, mámale, morena, así, síguele, más, no te detengas. Sin abrir los ojos y sin cesar la fricción con la mano izquierda en el miembro, alarga el brazo derecho en busca del recipiente láctico. Tantea sin éxito por la suavidad de mantas y edredones, hasta que la mano hace contacto con la calidez de la piel, húmeda por las lágrimas, de lo que supone la pequeña cara. Tú síguele, morena, síguele, así, menéate, se ve que te gusta, te encanta. La mano derecha siente la sedosidad del cabello infantil, las protuberancias del tierno cráneo. El llanto continúa sin remedio. Ya, pinche chamaco, a ver si así te callas. La mano izquierda prosigue en su tarea de excitación, ahora con más empeño. Tú sigue mamacita, vas bien, más rápido, más rápido. La mano derecha hunde la frágil cabeza. La aplasta rítmica, violentamente. Ambas manos en perfecta sincronía durante segundos interminables. Más, más, más, así, así. Ah, ah. La blancura ciega e inunda todo. El llanto cesa por fin. Abre los ojos. Húmeda, envuelta en la toalla, la mujer lo mira estupefacta.


NOTAS PUBLICADAS SOBRE EL LIBRO:

Presentan Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado

Relatos de 34 jóvenes escritores mexicanos, muchos de ellos publican por vez primera

Muestran "los motivos más recónditos de lo que mueve al hombre a cometer actos que la sociedad condena"

Edición conjunta de SOGEM y As de Corazones Rotos


México, D.F., septiembre 2003.- Treinta y cuatro cuentos de jóvenes escritores mexicanos que "muestran los motivos más recónditos de lo que mueve al hombre a cometer actos que la sociedad condena", se encuentran reunidos en el libro Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado, publicado conjuntamente por la Sociedad de Escritores de México (SOGEM), a través de su Escuela de Escritores, y la Editorial As de Corazones Rotos.

El volumen, cuya recopilación e introito fueron realizados por el escritor y crítico Fernando Reyes, reúne a 34 autores, muchos de ellos publicados por primera ocasión, algunos más con incipientes carreras literarias, todos nacidos en las décadas de los 60, 70 y 80. Los escritores antologados son: Bernardo Hernández, Vladimir Pallares, Emilia Negrete Philippe Guillermo Vega Zaragoza, Santos Cuauhtémoc López, Edgar Omar Avilés, Miguel Ángel Balanzario Novelo, Ana Laura Lara, Itzel Yaritzi Lara, Fernando Reyes, Augusto Frontán, Alejandra Camposeco, Cinthya Tenorio, Juan Ramón Anaya, Raúl Olivares, Jorge Eduardo Castro, Manuel Cerón, Yolanda Rubioceja, Sergio Loo, Humberto Pérez, Juan Segura, Ana Emilia Felker, Gustavo Aquino, Gilma Luque, Iván Cruz, Alberto Cascante, Álvaro Bautista, Francisco Puente, Renato Piccini, Amanda Villarreal, Camila Villegas, Mariana Tejeda, José Candás y Carolina Hernández.

El libro, ha escrito el poeta y editor Arturo Trejo Villafuerte, "trata de 'circunstancias' que envuelven fatídicamente a una serie de personajes inmersos en las más delirantes conductas: delirios amorosos que llevan al crimen y al suicidio; objetos de deseo de cualquier especie, género o materia; aficiones y pasiones tan extravagantes como perversas; relaciones incestuosas o venganzas con un toque familiar; violaciones solitarias; masacres colectivas como pasatiempo resultado del fastidio o de un resentimiento social; crímenes seriales en los que siempre hay un derroche de creatividad e ingenio, y otros tantos casos más, crudos, comunes, que forman una galería de hechos fantasiosos pero humanos, exagerados pero verosímiles, disparatados pero a la medida de los tiempos que corren".

Y añade: "¿Por qué habría de sorprendernos lo que aquí se narra? El periódico y la televisión están plagados de sucesos que plasman esa realidad, por lo que ahora, en nombre de la modernidad, se presentan aquí 34 cuentos que muestran los motivos más recónditos de lo que mueve al hombre a cometer actos que la sociedad condena. Que el lector los condene y los juzgue."

En tanto, el compilador Fernando Reyes apunta en el introito: "La literatura dentro de la literatura va de la mano dentro del género dañado. Los personajes de Fantasiofrenia son personajes de sus propias pesadillas, son escritores de sus filias y fobias, son remitentes y destinatarios de su realidad perversa, son artesanos del mal, artistas erotanáticos. No hay distingos entre realidad y ficción, entre vida y sueños, entre amor y obsesión. Porque de eso se trata: de desfigurar la realidad, acomodarla, adecuarla al caudal de imágenes esquizoides".

Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado será presentado el próximo martes 30 de septiembre de 2003, a las 19 horas, en el Foro Rodolfo Usigli de la SOGEM, ubicado en Eleuterio Méndez # 11, colonia Churubusco-Coyoacán, a una cuadra de División del Norte, en México D.F. Presentarán el volumen los escritores Eugenio Aguirre y Mónica Lavín, el crítico y cronista Ignacio Trejo Fuentes y el poeta y editor Arturo Trejo Villafuerte.

http://www.toditonoticias.com/paginas/noticias/Cultura/133438.html

http://www.sintesisdigital.com.mx/pculturatodas.php?id=451

http://rancholasvoces.blogspot.com/2003/09/noticias-publican-en-mxico-antologa.html



Escritores dañados

Por Ignacio Trejo Fuentes

(Publicado en la revista Siempre!).

Estupenda idea la de Fernando Reyes: reunir a treintaicuatro escritores formados, o en formación, en la Escuela de Escritores de la Sogem, porque son muy buenos y deben darse a conocer. En mis ya largas andanzas como juez en premios literarios, en la concesión de becas, como dictaminador en editoriales, etcétera, he visto, con sorpresa primero, con absoluta simpatía después, que siempre, invariablemente, muchas de las mejores propuestas son precisamente de egresados o alumnos de la Sogem. Y eso habla muy bien de ambos, de la institución y de quienes se acercan a ella. El libro en cuestión se titula Fantasiofrenia. Antología del cuento dañado.

El subtítulo del libro indica los caminos por donde habremos de ir, y debe advertirse de entrada que los dañados no son los cuentos, sino los personajes, las situaciones y, sobre todo y por fortuna, los autores. Es ésta una galería sorprendente de desfiguros, de locuras, y por eso me atrevo a sugerir que los editores hagan llegar, de inmediato, copias al secretario Abascal, a Provida, a todas las ligas de la decencia existentes: la obra se convertiría de inmediato en best seller, y todos saldrían ganando.

Confieso que de entre los autores congregados en este nudo de demencias sólo conocía a tres o cuatro, mas al leer a cada uno me convenzo de que son, sin excepción, excelentes narradores, así sea que sus destinos profesionales estén apuntando a otros blancos, como el diseño, la publicidad y otras cosas raras y extrañas. Y para usar el lugar común, diré que se trata de relatos que uno lee de un tirón y, muchas veces, con una sola mano por eso de que van, sin transición, del erotismo a la más celebrable pornografía. Cómo disfruté, por ejemplo, “La historia de mi triunfo”, de Sergio Loo, donde una contratista de artistas hace que la aspirante mee desbordada en su boca si es que quiere obtener el empleo; y “La mascota de la viuda Teller”, en la que la aludida en el título tiene un hamster como amante; y “Visceral”, de Mariana Tejeda, que es un himno a la escatología, a la sangre, a la sana perversión. Menciono sólo estos cuentos no porque el resto no me haya impresionado, o gustado, sino únicamente porque son los que vienen a mi memoria al momento de escribir estas líneas. Yo soy un lector apasionado de historias truculentas y por eso me emociona ver, juntos, sangre, sexo, violencia y locura. Y en este libro abundan: ¡qué felicidad ver cómo se mata a la gente con tanta facilidad, cómo se imponen torturas en medio de arrebatos de placer!

El sello principal de las historias reunidas en Fantasiofrenia es la insania, de ahí el subtítulo, y qué bueno que los autores estén conscientes de que es posible escribir de lo que sea, así se trate de asuntos que perturben a las “buenas conciencias” y a “las almas puras”, y que lo hagan ateniéndose al precepto insobornable de hacerlo de la mejor manera: en cada relato descubrimos que detrás de cada anécdota, de toda historia, hay un meticuloso ejercicio técnico, literario; es decir, no fueron escritos a tontas y a locas, porque sí, sino porque cada autor tenía algo que decir. Y el resultado es un volumen estremecedor, cautivante, digno de una lectura y de otra y otra. Algo que llama particularmente la atención es que en el libro privan el sarcasmo y el humor negro: aun en las historias más terribles y dramáticas aparece el sesgo que mueve a la risa o cuando menos a la sonrisa, de modo que estamos ante auténticos ejemplos de la tragicomedia, una de las especies más difíciles de manejar en literatura.

Fernando Reyes (compilador), Fantasiofrenia. As de Corazones Rotos, México, 2003; 121pp.

1 comentario:

Artxy dijo...

Y como me ayudaria a consegui un ejemplar de fantasiofrenia?