lunes, 4 de junio de 2007

Cuentos sin visado

Catorce autores de Cuba y México en nueva antología de cuentos

http://www.uneac.com/LaIslaEnPeso/num07/saco.htm

MEXICO, DF, México (Librusa) - Relatos de catorce escritores de Cuba y México que abordan temas de sus respectivos entornos con "peripecias y reflexiones", entre ellos Pedro Juan Gutiérrez y Ana Clavel, ocupan las páginas de una nueva antología titulada "Cuentos sin visado".

Publicado por el sello Lectorum, de México, el libro "constituye una muestra representativa de las más recientes tendencias del género cuentístico en dichas naciones, donde, más allá de similitudes y diferencias, abordan, sin inhibiciones ni tecnicismos, los temas más diversos de sus respectivos entornos, entregando un panorama rico en peripecias y reflexiones", indica un comunicado.

Los antólogos son el cubano Rogelio Riverón y el mexicano Mauricio Carrera, ambos críticos y cuentistas.

Para Riverón, los cuentos cubanos que aparecen en la antología "perfilan los rasgos más comunes de la narración corta de Cuba: el sesgo testimonial marcado en ocasiones por una parquedad poliédrica, la parodia, la autorreflexión textual y una especie de fruición simbólica, alusiva, que, consciente de que, en efecto, cada perspectiva tiene su hora, aguarda con paciencia nuevos momentos de esplendor".

Por su parte, Carrera ubica a los cuentistas seleccionados dentro de la llamada Generación del Umbral, "entendida lo mismo como principio que como transición y cambio", con exponentes formados "sentimental y literariamente en medio de décadas perdidas de crisis económica, lo que acaso explique su rechazo a escribir sobre un México marcado por la frustración y la decepción".

Los autores incluidos son los cubanos Pedro Juan Gutiérrez, Guillermo Vidal, Marilyn Bobes, Alberto Garrandés, Rogelio Riverón, Ángel Santiesteban y Ena Lucía Portela; y los mexicanos Mario González Suárez, Eduardo Antonio Parra, Mauricio Montiel Figueiras, Ana García Bergua, Ana Clavel, Guillermo Vega Zaragoza y Mauricio Carrera.

El libro será una de las novedades de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que se celebrará del 30 de noviembre al 8 de diciembre y está dedicada a Cuba.

LA JIRIBILLA Nro. 117

CUENTOS SIN VISADO:
MÁS VALE TARDE QUE SIEMPRE

http://lajiribilla-habana.cuba.cu/2003/n117_08/117_27.html

Cuentos sin visado es, para conocimiento del lector, una selección donde confluyen siete escritores mexicanos y siete de la Isla. Mitad de aquí, mitad de allá, el libro anda tras una visión más o menos objetiva de la cuentística contemporánea, y pudiera ser una mínima confirmación de que las letras del continente coinciden en rasgos, tics, y quizás aciertos, más allá del cauce idiomático.

Rogelio Riverón | La Habana

Deseo suponer que el hecho de que el artículo dedicado por el columnista Víctor Roura a la antología Cuentos sin visado, hace un tiempo, en un periódico de Ciudad de México, sea un compendio de banalidades, no significa que el Doctor es banal. El arte de la gacetilla tiene algunas obligaciones que, cuando se desatienden, nos dejan en la cuerda floja del ridículo. Injuriar, insiste Jorge Luis Borges, es una tarea prevista, y sufre por la improvisación.

Cuentos sin visado es, para conocimiento del lector, una selección donde confluyen siete escritores mexicanos y siete de la Isla. Mitad de aquí, mitad de allá, el libro anda tras una visión más o menos objetiva de la cuentística contemporánea, y pudiera ser una mínima confirmación de que las letras del continente coinciden en rasgos, tics, y quizás aciertos, más allá del cauce idiomático. Fue publicado por las editoriales Lectorum, del Distrito Federal y Unión, de La Habana, a finales del 2002, y sus compiladores somos Mauricio Carrera y un servidor.

La primera condición para hablar sobre algo es conocerlo. Si el Doctor Roura no sabe absolutamente nada sobre literatura cubana actual —quizás los nombres de José Lezama Lima, Alejo Carpentier, Virgilio Piñera, Dulce María Loynaz, Guillermo Cabrera Infante o Nicolás Guillén le produzcan cierto cosquilleo en la oreja, pero hasta ahí—, no hay ética en el mundo que lo autorice a emborronar cuartillas al respecto. No le queda más remedio que dar por cierto lo que está leyendo, y no debería tomarme por demasiado ingenuo: si yo puedo agenciarme para una antología los mejores cuentos, eso haré, sin olvidar lo subjetivo de cualquier apreciación.

Confieso que esperaba una reseña en regla, que nos demostrara lo acertado o, en ausencia de aciertos, lo improcedente del libro en cuestión, su inconsistencia estética. Al desviar su fatigoso alegato hacia la conducta de los antologadores, sin embargo, el Doctor Roura nos escatima la primera liebre, y el gato que nos pasa tiene las uñas carcomidas por la obviedad. Es fácil saber que los autores cubanos recogidos en Cuentos sin visado (una de las dudas de Roura) están, como ya dice el prólogo, entre los más conocidos en su país (fíjese, Doctor, que escribí conocidos, para no exasperarlo con palabras mayores). Basta un elemental nivel de información que no tiene el articulista, quien, de paso, no entendió que no solo los Novísimos integran este libro, pues ni Pedro Juan Gutiérrez, ni Marylin Bobes pertenecen a dicha generación. Además, Doctor, el antologador tiene todo el derecho del mundo para incluirse en su propio volumen, siempre que sea capaz de demostrar que es su texto y no su prerrogativa, el que se ha ganado el lugar. No olvide que los pobres escritores somos, por lo común, menos afortunados: no contamos con una columna diaria para despachar nuestra ignorancia.

La incapacidad del Doctor Roura para hacer crítica literaria, demostrada por partida doble cuando se le ocurrió emprenderla con Cuentos sin visado, lo obliga a empastar el discurso propio con largas citas de sus presuntas víctimas. En los artículos que cometió los días 11 y 12 de febrero de este año colma casi todo el espacio de su columna, primero con fragmentos del cuento que se dio a glosar con sobrecogedora ingenuidad, con un cierre de novela radial, y seguidamente con suculentas porciones de los dos prólogos del libro. Entresacando lo que ninguno de los tres autores ha querido decir, ni dice, Roura en realidad esconde el contenido de la antología tras una cortina de improperios evidentes y estériles. No me queda claro por qué se apresura a celebrar en Hemingway ese desaforo aventurero que le critica a su coterráneo Mauricio Carrera. Bañarse con tiburones, Doctor, o cazar leones en África y submarinos en el Atlántico, no hace o deshace a un artista. La inmovilidad de Ciudad de México al parecer tampoco da muy buenos gacetilleros. ¿Por qué mejor no habla —pero, ¿será capaz?— sobre el cuento de Mauricio, o de cualquier otro, que es lo esencial, tratándose de literatura? ¿Por qué no prueba a establecer el lugar —cualquiera, un mínimo rincón del sótano— del libro en cuestión en el panorama literario de México, puesto que sobre el de Cuba lo ignora todo?

Acusar a un escritor —a cualquier persona— de comportamientos serviles en procura de dinero oficial es, mientras no se pruebe, una práctica villana. Por mi parte, no acusaré al Doctor de defender intereses que no son los propios por el solo hecho de escribir en un diario del que no es dueño. Le agradezco su juicio sobre mi cuento. Le agradezco que me haya comparado —tangencialmente, con esperada socarronería— con Edgar Allan Poe, quien, debe recordarlo, no tuvo automáticamente la aprobación de los editores. Algunas páginas de su biografía nos cuentan cómo el genio ofrecía sus cuentos gratuitamente a algunas revistas que se negaban a hacerles un espacio. Porque, debe saber, don Roura, que ningún escritor ha esperado a ser famoso para tomarse en serio la literatura. Más bien ha sido al revés. El éxito —merecido unas veces, otras no tanto— es condición posterior, aunque se trabaje para él. Voy a devolverle el gesto de las comparaciones, manteniéndome por cortesía en el ámbito norteamericano: a mi el Doctor Roura me ha recordado a un diminuto William Randolph Hearst.


© La Jiribilla. La Habana. 2003
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